tanguedia shakespereana


Esteban Cortez y Virginia Arzuaga es una pareja de tango que sabe combinar las raíces milongueras con aires contemporáneos. Bailan juntos desde hace años: en tanguerías, en milongas, en espectáculos de grandes cantantes y orquestas, o bien saliendo de gira como invitados a festivales de tango en Europa o Estados Unidos. Este año 2017, Esteban y Virginia sumaron un nuevo desafío en su aventura como pareja de baile. Son los protagonistas de Otelo, un espectáculo creado y dirigido por Enrique Permuy, de la compañía Polizón Teatro, que supone una adaptación, al rioplatense formato de tanguedia, de la shakespeareana Otelo, el moro de Venecia.
Varios ingredientes, tan diversos como potentes, coinciden en la obra estrenada en la sala Delmira del Teatro Solís: la pluma de Shakespeare en versión de Permuy, la pareja de baile Cortez-Arzuaga, un poema de José Arenas, pero también los videos de la dupla Garibaldi-Iccardi, las proyecciones de Laguarda-Mattos y el oficio teatral de Darío Campalans, Santiago Estellano, Etelvina Rodríguez y Aureliano Folle. Es un espectáculo potente, que se juega en el terreno de la emoción, en una tragedia shakespeareana revisitada en tiempos signados por la hiperconectividad. Así lo explica Permuy, que no dudó al convocar a la pareja de baile para los papeles protagónicos de la obra.
Queríamos trabajar junto a Esteban y Virginia, porque son una pareja profesional de tango con experiencia en teatro”, explica el director de la tanguedia Otelo, que aclara que el tango, a partir de esta experiencia, se le ha revelado como un arte extremadamente profundo. “El tango irradia sensualidad y seduce, dos ingredientes fundamentales para el teatro. Transmite, en sus músicas y letras, profundidades emotivas y existenciales. Es un lenguaje codificado, con sus pasos y pases, pero con un gran potencial expresivo cuando se cuenta una historia, se teatraliza y se atraviesan esos códigos aunque respetando lo esencial. Tan así es, que tanto el poema de Arenas como las músicas que utilizamos parecen hechas a medida para esta obra”.

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¿Qué encontrás en el tango, como director de escena, para trabajar en Otelo un cruce entre una historia shakespeareana y el tango?
Personalmente no soy un fan del tango. Sin embargo, al elaborar este trabajo se me ha revelado un arte extremadamente profundo, que no sólo nos refleja en nuestra condición de rioplatenses, sino que refleja a la humanidad entera. Ahora entiendo por qué es tan valorado en todo el mundo; el tango es universal, un estilo único, lleno de sentidos y de vigencia, como Shakespeare. En esta versión hay fragmentos transcriptos de su Otelo y otros reescritos muy al estilo tanguero; tal es la familiaridad entre la poética de Shakespeare y la del tango.

Hay una conexión inesperada en estrenar una versión de la historia trágica entre Otelo y Desdémona en la sala Delmira, precisamente una mujer asesinada por su esposo...
Nos dimos cuenta de esa conexión después del estreno. Solemos decir que las casualidades no existen, y este hecho subraya, lamentablemente, una premisa de nuestra propuesta: lo mismo que pasaba en tiempos de Shakespeare, y antes, continúa pasando a lo largo de la historia, y hoy es de una terrible vigencia.

¿De qué manera el tema de la violencia de género es tratado en esta historia y en la dramaturgia que hiciste para este espectáculo?
Abordamos el tema de la violencia de género desde múltiples ángulos. Uno de ellos tiene que ver con la psicología de los personajes y su historia personal. Otelo es un esmerado y eficiente experto en seguridad, alguien que dedica su vida a la seguridad pública y lucha contra la violencia, pero en su intimidad es un hombre hermético, emocionalmente contenido, que no expresa sus sentimientos y no es capaz de decirle a su esposa lo que le pasa cuando Yago, su lugarteniente, le induce a creer que ella lo engaña. Lo calla en lugar de ser frontal, la espía, se tortura a sí mismo; cree tener autocontrol, pero en realidad el sentimiento de ser engañado crece y, como todo lo que se tapa a la fuerza, explota de la peor manera, en un “arrebato de celos”, como se dice desde una cultura machista... Pero la verdadera causa es su incapacidad de confiar y expresar lo que siente, algo muy de nosotros, los hombres.

¿Cuál es el tratamiento que hiciste de Desdémona?
Nuestra Desdémona es norteamericana e hija de un millonario. Ella es la extranjera y no Otelo. Ella es una mujer moderna, independiente y de carácter, que admira a este hombre que, al revés que ella, se hizo de abajo. Es fresca y expresiva, logra vulnerar el corazón de este solterón, enamorarlo, y se molesta con la dureza de Otelo, pero se juega por él, confía en cambiarlo. Todo este cóctel genera un circuito bastante común en las relaciones de pareja, por lo que la falta de comunicación, o su ausencia, es uno de los ejes de esta obra. Estos y otros aspectos vinculados a las relaciones son el material a partir del cual se construyeron las coreografías y escenas. Son los cuerpos de los protagonistas los que juegan estas contradicciones.

¿Cómo fuiste armando la adaptación de época de la obra de Shakespeare a una tanguedia contemporánea?
El esquema general me surgió una tarde en que relacioné la tragedia de Shakespeare con el mundo del tango y cómo sería traerlo al hoy o a un futuro cercano. La idea de que la pareja protagonista, los bailarines –Esteban y Virginia–, interactuaran con un mundo virtual expresado en proyecciones me permitía introducir a los otros personajes y el mundo exterior, o el subjetivo, de un modo muy actual, mediante cámaras de seguridad, Skype, celulares. Eso me llevó a imaginar un espacio que fuera soporte de esas proyecciones, que se expresa en un universo tecnológico que incluye al espectador, y se crea una tensión entre los cuerpos vivos de los intérpretes y las proyecciones que nos rodean.

¿Qué claves de nuestra cultura y tradición rioplatense dirías que se mueven en una tanguedia?
Tanguedia” es un término que creó Astor Piazzolla y que fue título de algunas de sus composiciones, en busca de una síntesis de tango y tragedia. Expresa entonces aspectos esenciales de nuestras tragedias cotidianas, pequeñas o grandes, que son amplificadas en el universo del tango. Me refiero a las que nos pasan a todos en la interna de nuestras parejas, familias, en nuestras relaciones, en nuestra manera de mirar el mundo, en nuestro ser nostálgico donde lo pasado o perdido suele ser más importante que lo porvenir y que el presente mismo. En una entrevista a Luca Prodan, sin ir muy lejos, al mítico líder de Sumo le preguntaron si le gustaba el tango y él dijo que no, que esa historia de que las minas te manipulan, te engañan, y después el tipo llora porque la mina lo abandona, le parecía tonta. “Tratala bien a la mina”, decía Prodan; “tenela contenta y no te va a dejar”.

¿Cómo fue el trabajo con los bailarines y con los actores en la etapa de creación?
Intenso y largo... Casi un año y medio lleno de preguntas sin respuesta en los primeros tiempos. A partir de ciertos hallazgos, encontramos códigos de trabajo que nos dieron certezas, y el diálogo director-coreógrafos-intérpretes fue más fluido. Un capítulo aparte fue guionar, filmar y producir el material a proyectar… Trabajar con cineastas y con sonidistas fue todo un aprendizaje.

¿Qué sensaciones te quedaron de las primeras funciones?
Por el formato y los requerimientos técnicos, sólo pudimos ver el espectáculo completo el día antes del estreno. Allí tuve la confirmación de que el todo era impactante y se parecía a lo que imaginamos. Disfruté mucho de estas seis primeras funciones, y las devoluciones que hemos tenido de los espectadores han sido conmovedoras.

((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 04/2017))

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