paradojas ochenteras


Antes de los clics modernos de Charly García, un buen rato antes, debe situarse el exacto punto que ofició de inicio de la modernidad ochentera en el rock argentino. Año 1981. Se publicaba el disco Wadu Wadu, firmado por Virus, banda proveniente de La Plata que rompía todos los esquemas de la escena rockera rioplatense y traía aires nuevaoleros y una falta de prejuicios que los llevó, en una corta y muy intensa carrera, a marcar el sonido y estética de generaciones futuras.
Es así de sencillo: Virus es la banda que lo cambió todo, la que trajo los raros peinados nuevos y le puso peligro y glamour al pop en nuestro idioma, por lo menos en el sur, si tenemos en cuenta que Alaska lo hizo en esos mismos años en el eje Madrid-México. Es además la banda que más allá de la masividad obtenida como protagonistas de una generación en la que se incluyen nada menos Soda Stéreo, Fabulosos Cadillacs, Los Twist y Los Abuelos de la Nada, y tal vez como paradoja a la resistencia que generó en la crítica y el establishment rock de la época, dejó una huella musical que se hace evidente en una línea que atraviesa proyectos contemporáneos como los de Leo García, Babasónicos, Turf, Adicta, Miranda!, Estelares, Javiera Mena y el super grupo pop Meteoros.
La muerte de Federico Moura en diciembre de 1988 acabó con la épica de Virus. El grupo no pudo sobreponerse a la pérdida de su cantante principal, de su figura emblemática. Hubo varios intentos de continuar, pero no pasaron de retornos cargados de nostalgia y sin energía para resurrecciones, hasta que a finales de los años 90 empezaron a advertirse los primeros signos de la supervivencia de Virus como una banda de referencia para cualquier artista que quisiera probar con el pop en Argentina y un poco más tímidamente en Chile y en México.
Tuvieron que pasar más de treinta años para que una de las figuras centrales de Virus, uno de los fundadores y compositores del grupo, el tecladista y también cantante Marcelo Moura, decidiera finalmente salir en plan solista, alejarse del cancionero clásico y grabar una decena de nuevas canciones. El resultado es Disculpen la de Moura, un disco que tiene un retrogusto más que comprensible: y eso se debe a que es cien por ciento Virus, con todo lo que eso implica en un contexto 2016.
Por un lado, explica la importancia de Marcelo Moura en la época de oro de la banda, eternamente opacado al igual que Julio (el otro hermano clave en la historia) por el protagonismo y carisma que tomó Federico en el rol de cantante principal y luego como uno de los grandes mitos del rock argento junto a Luca Prodan y Miguel Abuelo. Y por otro lado, Marcelo se muestra excesivamente apegado a su propio estilo. Esto no está ni bien ni mal. Es su identidad, su manera de componer, su fraseo, su voz. Es Virus, el más ochentero. Y funciona, sobre todo porque la producción artística lo coloca de este lado del tiempo, muy especialmente en el sonido de la batería y por alejarse de guitarras y teclados que hoy serían absolutamente anacrónicos.
Disculpen la demoura es una grata sorpresa. Es reivindicación de un legado que sigue más vivo que nunca. Y es, antes que nada, una clase de pop y de cómo una fórmula puede atravesar el tiempo y resignificarse. Porque varios de estos temas, incluso con un buen pocentaje de sus arreglos, podrían ser parte de Relax, de Locura, o incluso del nunca bien ponderado Recrudece. Pero suenan en este 2016, y piden rotación en las FM, piden shows. Piden presente. Están vivos, y relucen bastante más que la mayoría de las canciones pop que andan en la vuelta.
"Y yo vuelvo a nacer/ y yo vuelvo a vivir", canta Marcelo Moura en una de sus nuevas páginas musicales, dejando entrever la paradójica manera en que otras marcas se superponen y tienen que ver con lo que él mismo retoma de otros artistas post-Virus, especialmente de los también platenses Estelares, del mismísimo Andrés Calamaro y de cierta perfección pop que llevaron Coti Sorokin y luego Cachorro López a artistas como la mexicana Julieta Venegas.
Virus, sin pretenderlo, se convirtió en uno de los principales puntos de referencia de un imaginario pop argentino, con innegables líneas que traspasan fronteras e influencian a otras escenas. En ese sentido, el grupo new wave que tuvo su primer gran golpe con la adrenalina de "Agujero interior" en el año 1983 y ya tenía dos discos publicados cuando salió el Clics modernos de García, fue mucho más lejos que cualquiera de los artistas de su generación.

Marca registrada
"La música de Virus, en un enorme porcentaje, fue hecha por mi hermano Julio y yo, de manera tal que es imposible no encontrar similitudes entre mi disco solista con las viejas canciones. La idea de diferenciarme sería intencional, y si hay algo que me llena de orgullo de la obra de Virus es la falta de intencionalidad". (M.M.)


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