autorretratos al límite

De la serie "Todas las putas van al cielo" (Verónika Marquez)
Los salones de arte como el Premio Nacional tienen el sabor de la polémica fácil, favorecida por las diferentes miradas subjetivas de artistas de diferentes generaciones y estéticas, curadores, críticos y público en general tienen sobre el arte. Dos o tres debates se encendieron en las redes sociales, apenas se inauguró la muestra el 30 de agosto en el Museo Nacional de Artes Visuales, pero es probable que seguir esa línea nos lleve a un soberano aburrimiento contemporáneo.
Entiendo que lo más saludable, en todo caso, es acercarse a la exposición de seleccionados y apreciar las diferentes propuestas señaladas por el jurado, este año integrado por Manuel Neves, Verónica Panella y el mexicano Cuauhtémoc Medina. Debe señalarse que hay varias sorpresas en esta edición, la número 57, y la primera es constatar la presencia de numerosos nombres nuevos, de artistas más o menos emergentes, con obras que venían mostrándose en circuitos más o menos alternativos. Hay también, si nos enfocamos desde la mirada del espectador, diálogos que emergen entre algunas obras seleccionadas, como el que puede delinearse entre las fotografías de Verónika Márquez (de la serie Todas las putas van al cielo) y las de Julián Dura; son autorretratos que perturban, que construyen relatos, por medio de las imágenes, directamente relacionados con la búsqueda de identidad. A ellos se suman los videos del colectivo Básica.TV (Morphing es una de las obras que más llaman la atención del Salón), aunque en una clave más humorística pero no menos cuestionadora y desde una decidida estética queer.

Autorretrato de Julián Dura.
Julián Dura: del fotolog al museo
Dos fotografías del jovencísimo Julián Dura (Montevideo, 1996) alcanzan para recibir el impacto de una obra potente y provocadora. En una de ellas el artista viste hábitos de monja. “Es una figura que me atrae mucho”, dice Dura. “Es amor y odio a la vez, por todo lo que representa... Entonces hice el traje de monja y la retraté angelizada, retándome, como si bajara del cielo a decirme lo que está bien o lo que está mal, a pesar de que quizá esté tan 'sucia' como yo”. En la segunda foto, el artista investiga cómo se vería su rostro después de morir. “La foto la hice cuando nunca había visto una persona fallecida, pero después de tener esa experiencia entendí que esa foto capta el silencio impetuoso que tiene una persona fallecida cuando la vemos en un ataúd”.
Dura empezó a tomar fotografías digitales en los primeros años de secundaria y las compartía diariamente en la red social Fotolog. Siempre estaban él y sus amigos como protagonistas. Cuando fue creciendo el interés en las puestas en escena, pasaron de ser fotos comunes y corrientes a tener una planificación. En 2013 hizo un curso en Taller Aquelarre y desde entonces no para de sacar fotografías construyendo ficciones o investigando sobre su propia imagen. Unos pocos días después del Salón se inauguró en el Centro de Fotografía (CdF) su primera muestra individual, con el nombre de Crisálida, una serie performática en la que se viste con ropas de Julienne, una mujer trans.
Trabajar con mi propio cuerpo me ayuda a tratar directamente con mi inconsciente y a darles luz a aspectos que me definen como persona. A veces descubro cosas mías que al momento de hacer la foto no tenían el mismo significado, y me sorprende cómo el trabajo me habla tan directamente desde esa inconsciencia que se reinventa. Creo que si trabajara solo con modelos no podría hacer un buen cuestionamiento; el autorretrato es una herramienta para comprender mi propia mirada y así poder conectar con el otro”.
Dura empieza a exponer sus obras, algunos años después que las del colectivo Movimiento Sexy y sus integrantes –Dani Umpi, Martín Sastre, Paula Delgado, Julia Castagno, Federico Aguirre, quienes desde finales de los 90 vienen generando obras que están en sintonía con su propuesta. Dice no conocerlos, pero sí tiene entre sus referencias a la estadounidense Cindy Sherman: “A ella le encantan los personajes y a mí también; ella trabaja con su cuerpo y yo también; ella trabaja sola y yo también”. Siente que varias de sus fotos son irónicas y sarcásticas, y que en algún sentido escapan a lo tradicional de la fotografía uruguaya.
Cuando entendí que el arte era un espacio infinito de posibilidades, me despertó el acto de jugar de cuando era niño, y eso me hace muy feliz. Es como volver una y otra vez a cuando era niño. Me ayuda a crecer y es muy sanador”, dice el joven artista, que está trabajando en nuevas series y obras, por lo que es un nombre a tener más que en cuenta en el futuro.

Imagen animada de Verónika Márquez.
Verónika Márquez: la otra también soy yo
El viaje de Verónika Márquez (Montevideo, 1979) empieza con una primera emigración a Buenos Aires y luego en Madrid, ciudad en la que vive desde 2006 y donde desarrolla su actividad artística. Su obra como fotógrafa se ha difundido muy poco en Uruguay, por lo que la selección en el Salón permite acercarnos a dos fotografías suyas, de la serie Todas las putas van al cielo, y descubrir una autoría a la que habrá que seguir con muchísima atención.
Las dos son imágenes animadas que se plantean en escenarios naturales. En ambas se ve a Verónika desnuda. Una es en colores fuertes, en plan pop, y la otra presenta una estética que remite a la fotografía erótica, en blanco y negro, de la primera mitad del siglo XX. El trabajo que presento es una exploración del tema de la sexualidad y del espacio identidad”, explica Márquez. “Lo hago mediante autorretratos multidisciplinares en los que cuestiono cómo sería el cielo de las prostitutas. Les brindo, como artista, un espacio idílico, unido a la madre naturaleza, para que como mujeres conecten eternamente con su esencia y sexualidad”
La artista-performer cuenta que la serie Todas las putas van al cielo parte de una escena que le quedó marcada de su infancia en Montevideo. Al pasar cerca de dos mujeres exuberantes y coloridas, su madre mirándola a los ojos le dijo: “No te preocupes, en la Biblia está escrito que las prostitutas son las primeras en llegar al reino de los cielos”. Años después, Verónika trabajó un tiempo como prostituta en Madrid, y el recuerdo de la frase de su madre le producía paz y la ayudaba a seguir adelante.
En la página veronikamarquez.com se puede acceder a varias de las series que ha trabajado Márquez como fotógrafa artística. Son diferentes capas de una misma búsqueda, lo que convierte a su obra en una muy lúcida mirada contemporánea sobre la identidad. La serie Camila, publicada en el libro Self-portrait por el CdF, junto con los trabajos Turquía, Espacios y My Last Supper, es un doble autorretrato en el que comparecen Verónika y Camila, dos máscaras que se yuxtaponen en cada escena. El resultado es muy potente. Exploro, del tema de la identidad, su desdoblamiento, a través de autorretratos en los que como artista me miro a mí misma y al mundo que me rodea, llevando al límite las posibilidades que ofrece el autorretrato”.
En las fotografías de Márquez no hay personajes. La ficción tiende a cero. Es ella, en sus diferentes roles (yoes, como ella prefiere llamarlos). “La mirada fácil es citar a Cindy Sherman, que obviamente marcó un punto de referencia en la historia de la representación y el autorretrato, pero creo que la diferencia es que yo utilizo a mis propios yoes y no personajes externos”, explica. A la hora de nombrar artistas que la inspiran, sus referencias están en una larga lista que comienza con Sophie Calle, Martín Creed, Nan Goldin, Jeff Wall, Xavier Le Roy y Dora García. Y pasa a explicar la sustancia de su mirada: “Siempre soy yo misma, en diferentes versiones. Mi vida y mi cuerpo es un todo de mi práctica artística. Y en lo relativo a mi relación con el cuerpo, siento que ha cambiado con el tiempo; hoy me veo a mí misma como creadora y como objeto de mi propia obra. Hay un empoderamiento de mi cuerpo, al que uso, al que exijo y el cual me da la posibilidad de explorar y llegar a nuevos lugares”.

Escena de "Concealing", video de Básica.TV
Básica.TV: el discurso queer
Los videos en loop Morphing y Concealing, exhibidos en el Salón Nacional muy cerca de las obras de Verónika Márquez, son dos de las obras que provocan mayor atención por parte del público. Morphing es sencillamente genial. Es una escena cotidiana, donde diferentes situaciones de los tres performers le imprimen al relato un tono surreal, cuando cada uno de ellos se transforma en un elemento escenográfico: una alfombra, un cactus en la terracita, un cuadro de la pared.
Morphing es una obra que celebra la transformación, el cambio de identidad, que viene a ser el centro gravitatorio del discurso del colectivo integrado por tres jóvenes artistas uruguayos que desde 2015 están radicados en Buenos Aires. Emi, Lulo y Gucci se conocieron en Montevideo y se sienten, antes que artistas, grandes amigos. Vivieron un tiempo en la Ciudad Vieja, compartiendo apartamento con Dani Umpi. “Todas nuestras ideas surgen de lo que pasa cuando nos juntamos”, responden en un intercambio por chat en Facebook. “Probarnos ropa, mirar videos, recortar revistas, hacer fiestas. Al principio eran obras espontáneas que subíamos a internet. Empezó por diversión y después se convirtió en algo en serio, como todo. Un día nos invitaron a exponer en Argentina, y nos sentimos más en casa. Había una movida que nos involucraba mucho más. En Montevideo lo que hacíamos quedaba en la nada, capaz que no nos tomaban en serio”.
Desde que se mudaron a Buenos Aires no paran de trabajar en movidas relacionadas con el arte. Al mismo tiempo que están curando, como colectivo, una muestra de relacionamiento animal, furries y zoofilia que se inaugura en octubre, preparan participaciones en la Bienal del Pensamiento Paralelo y en la feria de arte CHACO de Santiago de Chile. La selección de dos de sus obras en el Salón Nacional les permite difundir su particular trabajo en Montevideo. “Las tres sabíamos usar Photoshop desde los diez años, y lo que siempre tuvimos más a mano fueron nuestros cuerpos, unos looks y la compu. Así fue que empezamos a inventar imágenes en las que nos cambiamos de cuerpos y personajes”
La cercanía con Umpi, artista-performer de larga trayectoria, hace inevitable que él sea una de las referencias directas en el trabajo artístico de Básica.TV. De hecho, Emi dirigió el clip de 'La yuta', adelanto del próximo disco de Umpi. “Nosotras construimos desde el presente”, aseguran las Básica.TV. “No pensamos en el pop pero vamos al súper, miramos YouTube y salimos a bailar. Como nosotras, hay un montón de artistas no tradicionales en Uruguay, pero se ven más que nada en internet. Nos sentimos muy cercanas al trabajo de Dani Umpi, que es una amiga muy especial y nos ha prestado mucha ropa”.

((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 09/2016))

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