acid house


suena la música, fuerte, bien fuerte, golpea el cuerpo, todo, es forma que se desplaza, agujero que escucha y retumba, ritmo y melodía, creciendo, más ritmos en capas, sincopados, superpuestos, sí, es así, rebota en todo el cuerpo, entra por todos los sitios, entra y no hay otra opción que dejarla entrar, rebotar, saltar, hasta que desplace todo intento de construir un lenguaje, queda solo el cuerpo, mientras el ruido rebota, entra por todos los poros, agujeros, terminaciones nerviosas, dulce sensación, levedad, casi la euforia, así es el baile, compartido, sin parar, pies, piernas, dedos, manos, brazos, cadera, giros, la cabeza aturdida, la repetición como mecanismo de inevitable adicción, el cuerpo y los cuerpos, el yo en el otro, el otro que se duplica, espejo, movimientos en espejo, para seguir rebotando, ese acto imprescindible de compartir, los dedos de los bailarines, y estos dedos que escriben de los bailarines, no se tocan, pero se conectan, las figuras se sueltan, explota, otra canción, no la llamaría canción, la llamaría acto, explosión, porque es físico, cuerpo, extremo, se es parte, se forma parte, no se explica, estas propias palabras son vanas, resbaladizas, cuando los cuerpos hablan y dejan de pensar, se golpean, ya lo dije, comparten, forman parte, forman figuras, pequeñas escenas, sin guion, relatos físicos, relatos de movimiento, seguir, seguir, porque nunca se llega, así es la máquina del ritmo, así el acid, el house, la química de los cuerpos, de los fragmentos, de las vibraciones, aire, aire, falta el calor, nada nos detiene, vamos para allá, fuimos para acá, volvimos yendo, se confunden los verbos, las acciones, se duplican, no hay reiteración, los relatos discurren, se mueven, se intersectan, en el piso, el plano, el suelo, el cielo, el horizonte desaparece, también el tiempo que viene, que es pasado, ya, en una máquina de presente eterno, una máquina de lenguaje, el tiempo disuelto, el piso ahí, lo ves, lo veo, lo vemos, rebotamos, somos parte del suelo, del cielo, los brazos, la pista, eso que viene ahí es un fragmento de ruido, es todo el ruido, lo estoy construyendo, la música la hace el bailarín, en todo su cuerpo, en la necesidad de que explote y se disuelva el ritmo, hay palabras, claro que hay palabras, hay golpes, repeticiones, las bombas de música, el bombo, el bombo, el bombo, el bombo, repica, hipnotiza, nos lleva, ahí, hasta el lugar estático, hasta ahí, hasta que empieza a salir, del cuerpo, de bien adentro de los cuerpos, de todos, el grito, el pequeño gran grito, el grito extremo y angustiante, animal, el grito único, el lenguaje impropio, el grito que lo dice todo, el que sale del cuerpo, del bombo, del bombo, del bombo que repica en cada rincón, en cada fragmento, disociado, cuando dejan de existir los espejos, y se vuelve a uno, y se espera una señal, y la acción vuelve a una empatía incierta insegura sin domesticar sin pausa, y se llega ahí, a otro grito, el ritual, la necesidad, el azar, y seguir, corriendo, la euforia, la explosión, el vértigo, la libertad, después de bajar subir es todo, subir es todo, hasta seguir, hasta donde no sea posible, falta el aire, el ahogo, seguir, sí, la cabeza se desprende, se pierde el pensamiento, se va, se va todo, hasta pegarse al parlante, a la caja que emite, ser parte de ella, contra ella, pegarse, ser parte, compartir cada pequeño gesto, cada vibración, el discurso se parte, se quiebra, se refleja en otros sitios, el suelo, el cielo, no hay cielo, hay techo de luces, hay paredes de luces, qué es lo que pasa aquí, qué es lo que pasa aquí, dice el parlante, pregunta, interroga, interpela, explota, sugiere, volver al agujero, al cuerpo, a que nos entre todo, todo debe entrar, dejar huella, limpiar, pasar, atravesar, surcar, horadar, mezclar, subir, subir y correr en la próxima explosión, en la próxima entrada, después de eso que titila, que no termina de explotar, y lo hace, ahora mismo, tambores, tambores africanos, eso, todos juntos, repican, el movimiento es perpetuo, hay incluso, una quietud en las variaciones, en el ritmo, una casa para habitar, un estado peligroso, un lugar único, dulce, ácido, que cuando parece desvanacerse vuelve a explotar, hasta dejar de controlarlo todo, porque no se controla nada, y no hay señales, nada, ni vueltas, ni paredes, ni asociaciones, ni el cuerpo del otro, ya no hay nada, hay luz, ni siquiera oscuridad, lo que hay es luz, mucha luz, hasta que la letra se vuelve física, también, es física, lo sé, cuesta que se vuelva cuerpo, que baile, pero cuando lo hace, hay luz, hay lenguaje, otro lenguaje, inapresable, otra música, lo que entra es música, lo que sale es movimiento, hay cuerpo traduciendo, cuerpo traductor, cuerpo ritual, cuerpo físico envuelto en ruidos, en ritmos, en la danza más ácida, la más dulce, open your eyes, close your eyes, luces líquidas, introspección, detener la marcha, llegar al suelo, el movimiento en la quietud, en lo apenas perceptible, bajar, bajar, repica, repica, mirar, la mirada del otro, la mirada interior, se cierra todo, se disuelve, se licúa, la última pastilla, hay un tránsito raro, la resaca, la abulia, nada se mueve, los restos, las ruinas, la decadencia, después del temporal, los restos, apenas, moverse, otra vez, la música oficia de edificio que contiene, de caserón antiguo, de palacio de ruidos, el cuerpo, uno, otro, los cuerpos, la estática, la confusión, la cabeza que se dispara, lejos de todo cansancio, lejos del agotamiento, ahí, al punto cero de la noche, del ritmo, a lo mínimo, una batería, una percusión en loop que desaparece, en pequeños ecos y recorta un pequeño baile, casi inexistente, que todos sabemos que explotará en breve, que explotará en breve, y lo esperamos, con la ilusión de navegar una vez más en una montaña, ruleta, que no admite distracciones, como el lenguaje de los dedos haciendo palabras, en una ilusión perpetua de otro teatro, sin máscaras, materia, cuerpo, música, giros, gestos, pequeños rastros de algo que no para, porque la vida no para y no y sí y no y sí.

((algunos apuntes realizados mientras sucedía un ensayo de un grupo de bailarines dirigidos por Luciana Achugar. se recomienda ver el registro audiovisual de ese mismo momento en la serie Bitácoras))






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