¿aira autobiográfico?

Plaza central de Pringles, el pueblo de Aira.

Armé un documento con la lista de libros de ficción publicados, hasta febrero de 2016, por el argentino César Aira. Suman exactamente ochenta, aunque debe consignarse un margen de error que puede hacer oscilar la lista. De hecho, comprobé que en Wikipedia -una de las fuentes- no aparece la edición de "Cumpleaños" y en algún caso reitera libros que han sido editados por diferentes editoriales en diferentes años.
Marqué en negrita los que llevo leídos: veintinueve.
En itálica los que tengo en lista de espera: seis.
No está mal. Pero no llego a la mitad del volumen publicado por Aira. Lo bueno que tiene esta marca tan decepcionante es que todavía puedo llevarme sorpresas. Ya me había pasado con "Cumpleaños", con el intenso tono autobiográfico que se encuentra en sus páginas, más marcado que en otros libros leídos. La misma sensación reaparece, y se profundiza, en otra novela ambientada en Pringles, "El tilo", incluida en la reedición de "Las curas milagrosas del Dr. Aira", texto que pese a ser autoreferencial y hablar directamente de su proceso creativo, lejos está de rozar con la biografía del autor.
"El tilo", sí. Y lo hace enmarcado en la infancia, en una descripción exaltada de un niño peronista, hijo único de padre peronista y madre rara, en una sucesión de historias evocadas de pueblo rural que entran y salen de lo biográfico, del mismo modo que Aira entra y sale de la imperfección o de lo verosímil. Sin que el lector se percate. Uno de los mejores momentos sucede en la mañana de la inauguración del monumento a la madre, en la plaza de Pringles. Pero, y más allá de los tópicos aireanos de extrañezas y distorsiones de lo real, en "El tilo" se cuela una minuciosa y apasionada descripción de la vida cotidiana en un pueblo bonaerense, lejano a las luces de la capital, en en momento de ocaso peronista.
Eso sí, la posibilidad de la autobiografía no debe ser tomada en serio en el caso de Aira. Los caminos, y los mecanismos de la ficción, en su caso, suelen ser endiablados. Lo que lleva a pensar que haya bastante de engaño, entre sus momentos surrealistas y la sensación de que todo puede ser narrable (y filosofable).

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