Todo
estaba sucediendo. La referencia, en un giro simplificador del
lenguaje, es a todo lo que
ocurría en la Plaza de la Independencia de Kiev, entre noviembre de
2013 y febrero de 2014. La gente en la calle. La protesta contra la
corrupción del gobierno pro-ruso de Yanukovich. La protesta contra
la decisión de cortar el diálogo con Europa. La plaza tomada. Las
consignas. Los cantos patrióticos. La ira contenida. La
organización. Los mitines. Los discursos encendidos. Todo. En la
plaza. Sin salir de la plaza. La plaza como metáfora de pueblo en
pie de lucha, de insurrección, de asonada.
Todo estaba ahí. El
documentalista -nada menos que el bielorruso Loznitsa, un maestro del
género- optó por fijar la cámara en el trípode (nada de
subjetivismo ni de pasión ni de participar) y por planos muy largos
y abiertos (lo que se fotografía es casi siempre errático, sin
enfocar acciones particulares ni lo que sale del plano).
Debe resaltarse el
sonido, de toma directa, que registra gritos, explosiones, discursos
y todo lo que efectivamente sucede y va sucediendo desde que miles de
ucranianos tomaron las calles y organizan sus campamentos, hasta los
episodios de represión, de lucha, de combate explícito, de
francotiradores, de actos religiosos (los combatientes de la Plaza
comparten una exacerbada militancia religiosa y ultranacionalista) y
finalmente los velatorios de algunas de las víctimas del bando
insurrecto.
El resultado es un
documental denso, climático, ejemplo del mejor cine directo y
testimonial al que adhiere el director. La casi ausencia de
manipulación permite ver ciertas cosas de las que muchas veces suele
ser mejor no hablar. Además de lo que se ve, de lo explícito, del
punto de vista de la plaza (no hay intención conceptual de colocar
una cámara en otro lugar de Kiev, ni formular pregunta alguna más
allá de seguir la cronología de los hechos), se deja en evidencia
una mirada pesimista sobre ciertos mecanismos de la política. La
plaza está lejos de ser un ejemplo luminoso o libertario. Se muestra
ofensiva, autoritaria, propia de lo que acabaría generando -con
responsabilidades compartidas con el gobierno depuesto-: una violenta
guerra civil, aún abierta, con intereses cruzados de la derecha
europea más rancia y de Moscú. Esto es lo que se ve, pese a que
algunos desinformados pretendan promocionarla como una película en
defensa de derechos civiles y democráticos.
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